Implosión Nuno Júdice Traducción del portugués de Mario Quintana LeTour1987, Mérida, 2017 |
PASADO IMPERFECTO
Nuno Júdice (Mexilhoeira Grande,
Portugal, 1949) ha justificado alguna vez la chispa de su impulso creador. Es fruto
de una voluntad que hace de la pereza un término vacío: “Me obligo a trabajar
todos los días, como un oficinista”, decía, con verbo coloquial y sustrato
irónico, en una entrevista de El País.
En el perfil del profesor universitario se teje una red de géneros: poesía,
novela, ensayo, teatro y ediciones críticas, aunque su obra se escora de forma
clara hacia el quehacer lírico: ha publicado treinta poemarios con reconocimientos como el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamerica, en 2013. Recomendable
síntesis del cauce versal es la antología Devastación
de sílabas, con prólogo y selección poética de Pedro Serra y versión al
castellano de José Luis Puerto.
La prosa narrativa del portugués integra una decena de
ficciones, de las cuales Implosión es
la elegida por LeTour1987 para la epifanía de su colección Champs-Élysées, con versión al castellano de Mario Quintana y atractiva
disposición formal. Del sustantivo Implosión
emana una sugerente semántica: frente al estruendo visual, la ruptura hacia
dentro, la energía capaz de compactarse hacia sí misma.
El cauce argumental recurre a la
primera persona para enlazar el devenir histórico con la visión subjetiva de los implicados. El pasado imperfecto está ahí como sustrato básico y nunca se
diluye. Sirvió de excusa para desarrollar un entramado de relaciones que
retorna con fuerza hasta el presente. En las calles, queda lejos la épica jornada de
los claveles que puso fin a la dictadura salazarista, pero la necesidad de
acción y el desvelo por corregir la hidra autoritaria es siempre una necesidad
perentoria. La fe revolucionaria nunca envejece.
La voz directa del narrador da la
palabra a un activista que se ha ido integrando en el conformismo hasta la
crisis económica que llevó la ruina al país y trajo rescates e intervencionismo de los
mercados. Y frente a él, el doble de Lenin, un solitario con vocación de
escritor que ha hecho de la escritura refugio para conceder otra dimensión a lo
real.
Y en ese intercambio de derrotas
pactadas crece la figura de Ángela, un personaje ambiguo, de complejo
trasunto afectivo. Así lo corroboran los dos interlocutores que se reencuentran
en el ahora para compartir dudas mientras en la calle se apaga el rumor contra
la pobreza y el desamparo. En esta conversación renacida van a definirse sus
preguntas existenciales. Y una de esas preguntas es el amor de Ángela y la
historia de su borroso papel en el tiempo.
Ahora Ángela es una ausencia, acaso el cuerpo dormido en un féretro que exige una despedida; un diálogo en el que se van abriendo las
dos historias paralelas en torno al amor y a la conciencia cívica; la del enamorado y la de quien creo
de la persona real un personaje trasformado en una
presencia onírica. Además, el escritor asocia el cadáver con la patria, como si
una simple presencia fuese la representación más firme de la muerte de
cualquier utopía.
La novela adquiere de este modo una fuerte
dimensión crítica: los sentimientos pasan a un segundo plano porque la calle es el plano desplegado de una nueva dictadura, esta vez sin cabezas visibles y sin
la estridencia de los uniformes, pero con un objetivo muy claro: hacer de la
vida económica de los países más pobres – qué retrato de la crisis en Grecia,
Portugal o España- un cauce definido por los intereses de un capitalismo atroz
que hace del dinero un único registro monocorde.
Implosión tiene el aire de una memoria ficcional a dos voces con el
escenario sombrío de una novela negra. Su argumento sirve para marcar las
huellas de una generación que sintió en su garganta el humo de la dictadura y
que ahora vive el futuro quemado de la transición. Gente en la calle que rebusca en el contenedor de la intemperie. La libertad es siempre una conquista que nunca
encuentra las preguntas necesarias a sus propias respuestas.
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