Wislawa Szymborska Fotografía de Pictura-alliance/dpa |
ESA MANERA DE
DECIR NO SÉ
¿Cómo vivir? me preguntó alguin en una carta,
yo le iba a preguntar lo mismo
W. S
La sencillez biográfica de Wislawa Szimborska (Prowent, actual Kórnik,
1923-Cracovia, 2012) solidificó el mapa
literario polaco actual al conseguir en 1996 el Premio Nobel de Literatura. Fue una
contingencia que denominó, con resignada ironía, “La catástrofe de Estocolmo”
por la drástica mutación de un discurrir vital, cuyos parámetros básicos eran la
independencia de pensamiento y la defensa de la otredad del yo frente al
gregarismo. Toda la crítica focalizó un proceso creativo marcado por la voz
lírica, el ensayo y la traducción.
Desde su niñez, ligó su destino
personal a la ciudad de Cracovia, donde se instaló con su familia a los ocho
años de edad; allí emprendió su formación en la escuela primaria Jozef Joteyko,
cursa Secundaria y finaliza los estudios de Bachillerato en plena guerra
mundial y comienza a trabajar para evitar la deportación. Más tarde, estudia
filología polaca y sociología, peo no concluirá ambas carreras universitarias.
Comienza a trabajar como secretaria de redacción y se casa con el escritor Adam
Wlodek. En el ambiente intelectual de la casa de Escritores de Cracovia se
afilia al partido Obrero Unificado Polaco e impulsa una obra poética cuya
primera entrega aparece en 1952; es un conjunto textual marcado por el realismo
socialista y sería repudiado después por pertenecer a un periodo de formación y
tanteo en el que también incluye la salida Preguntas
a mí misma (1954). El balanceo pendular de vivencias y el trasfondo
histórico que contextualiza las etapas personales se reconstruye en la
biografía Trastos, recuerdos. Una
biografía de Wislawa Szimborska (Pre-Textos, 2015), preparado por Anna
Bikont y Joanna Szczesna, donde emerge una voz testimonial que encuentra en las
palabras un muro firme donde asentar esperanzas y sueños.
El compromiso ideológico con el comunismo de la época juvenil adquiere
con los años un epitelio crítico que le lleva a adoptar posturas confrontadas y
de comprensión hacia los disidentes. Tras la revolución húngara de 1956, un
movimiento revolucionario espontáneo contra el totalitarismo stalinista,
aplastado por el ejército ruso borrando cualquier oposición política, la
conciencia crítica se acrecentó y el conocimiento de la realidad europea en sus
primeros viajes borra dogmas de su ideario personal. Era un error que había
contaminado los libros iniciales dando pie a un incesante diálogo dialéctico. En
1966, cuando abandona el partido escribe: “cada sujeto tiene la obligación de
pensar por sí mismo”
Su poesía está marcada por el pacto autobiográfico y por enunciados
comunicativos que sortean disertaciones teóricas. Así lo exponía en su discurso
de recepción del Premio Nobel: “El poeta contemporáneo es escéptico y desconfía
incluso –o más bien principalmente- de sí mismo. Con desgano confiesa
públicamente que es poeta –como si se tratara de algo vergonzoso En estos
tiempos bulliciosos es más fácil que admitamos vicios propios, con tal de
causar efectos fuertes; mucho más difícil es reconocer las virtudes, ya que
están escondidas más profundamente, y hasta uno mismo no cree tanto en ellas “.
La argumentación quitaba el monopolio de la inspiración enajenada a los poetas y
hacía de la misma un impulso de la voluntad entendido como amor al trabajo bien
hecho, al espíritu inquieto que propicia una búsqueda constante.
En 2015 la editorial Nórdica saca a la luz la antología Saltaré sobre el fuego, una muestra
ilustrada por Kike de la Rubia, que aglutina treinta y cuatro composiciones
donde adquieren voz las preocupaciones esenciales de una poesía cálida y
humanista, expresada desde el coloquialismo. Los textos pertenecen al periodo
de escritura que enmarcan las entregas Llamando
al Yeti, Sal, Mil alegrías-un encanto, Si acaso, El gran número, Gente en el
puente y Fin y principio (1993). Un periodo creador de treinta y seis años
que constituye el encuentro y la consolidación de un lenguaje interiorizado, en
el que emerge la pasión y el misterio de lo cotidiano ante la descarnada
realidad.
La ascensión propiciada por el Premio Nobel abre un segundo tramo lírico
compuesto por los títulos Instante (2002),
primer libro tras la consagración popular, que dibuja una estela afectiva en el
imaginario colectivo que abre paso a Dos
puntos y al último trabajo en vida Aquí,
editado en 2009. un poemario traducido por Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia
Soriano incluido en el imprescindible catálogo de la editorial Bartleby.
El preciso enunciado, Aquí,
sugiere inmediatez y refugio próximo; son cualidades que la poeta hace suyas
desde la amanecida de su quehacer porque todos los textos se formulan en un
tono intimista, como quien comparte un pormenor vivencial, o define
pensamientos al alcance de cualquier usuario, sin el clasicismo elitista de la
reflexión filosófica y sin la formulación calculada del lenguaje científico.
El devenir concede los instrumentos necesarios para entender lo que nos
rodea, ya sea un asunto doméstico o las características generales de nuestro
planeta: “La vida en la tierra sale bastante barata. / Por los sueños, por
ejemplo, no se paga ni un céntimo. / Por las ilusiones, sólo cuando se pierden.
/ Por poseer un cuerpo, se paga con el cuerpo. “
El sistema de ideas parece haber sido dictado para vivir sin
pretensiones, como si el mensaje directo, nítido y certero sortease cualquier
circunloquio y eligiera siempre la línea recta. Tan escueto aderezo nos
convence de inmediato de su pertinencia y además nos asegura que lo genial
pertenece a otra voz y que quien nos habla tiene las mismas limitaciones que
tenemos nosotros y el mismo riesgo de que una buena razón se vaya diluyendo sin
remedio por nuestra pereza.
Los poemas de Wislawa Szymborska dejan sitio a una amplia gama de
recursos expresivos, como la personificación o el desdoblamiento de la
identidad y nada le es ajeno. Despierta, por ejemplo, una complicidad inmediata
su incursión en el microcosmos, ese mundo invisible que pudiera tener su
peculiar sociedad organizativa y que en su mínima existencia es capaz de
condicionar múltiples existencias de seres superiores. Los misterios de lo
cotidiano son tratados desde el coloquialismo y la sencillez; sólo así se
plasman en sus versos un pensamiento firme y un verso inolvidable.
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