Naturaleza disonante Míriam de los Ríos Valparaíso Ediciones Granada, 2019 |
PRIMERA MIRADA
Actriz, profesora de Lengua y Literatura en un instituto público
madrileño y guionista de cortometrajes y textos teatrales, Míriam de los
Ríos (Madrid, 1982) abre puertas a la
poesía en Valparaíso Ediciones –uno de los sellos que más apuesta por el
amanecer de nuevos itinerarios- con el volumen Naturaleza disonante. El umbral de la entrega acierta plenamente
con un lacónico fruto verbal que se mueve entre la precisa eficacia del
aforismo y el decir condensado del verso: “Hoy
mi máscara y yo jugamos al escondite, / de quién encuentre a quién depende mi
futuro”. De entrada, los versos recuperan dos o tres cuestiones esenciales:
la sinceridad del sujeto frente a sus indagaciones existenciales, la condición
del poeta como fingidor o la necesidad de velar la intimidad para argumentar
una estrategia expresiva que trascienda el mero discurso del sujeto concreto.
Mucho que decir, por tanto, en un primer poema que hilvana pasos con una
dicción natural y que plantea el autoconocimiento como urgente tarea al
comenzar el día: “A veces contemplo mi cuerpo / con la mirada incisiva de un
inquisidor / y niego la gracia de los elementos, / la perfección que me hace
respirar, dormir, pensar…”. De ese plano de detalle que desdobla el yo nace una
sensación dual, de aceptación y rechazo, que ubica al figurante lírico en un intermedio
concreto, en este tiempo digital de pantalla encendida y espacios visuales, en
este ahora de influencers y fake news tan proclive a la impostura.
Míriam de los Ríos moldea un personaje ficcional que descubre sus
emociones en primera persona, como si en un diálogo confidencial el yo
biográfico mostrara sus claves personales y emplazara a su intimidad a un encuentro
pactado con el lector. Proyecta las experiencias del presente porque siempre
sucede que la intrahistoria individual engloba los signos de un territorio colectivo que exige someterse a lo socialmente correcto y aceptar dogmas
líquidos, que hacen de las certezas espejismos. Así nace el conflicto, y ese es
el espacio en el que se mueve el poema que siempre huye del hermetismo y la
solemnidad para marcar una representación a pie de calle en la que conviven los textos en verso libre, con la pincelada concisa y aforística, que se suelen dejar en cursiva:”Abrázame hasta
que dejemos de dar vueltas a la manzana / sin saber por dónde morderla “ o la levedad del haiku.
En el sendero argumental cobra una intensa
fuerza el epitelio sentimental, esa gama de matices que nunca se autoexcluye en
los perfiles de la identidad: el amor, la soledad, los mensajes del miedo o la
pulsión erótica del cuerpo: “Amarnos era como beber la leche del Universo, /
como guardarla en un tarro de cristal /
en el fondo del vientre, / desesperados, / a la deriva / flotando sin
gravedad en un mundo simbólico”.
La poeta recurre al venero teórico de la experiencia docente para hacer
de la disonancia cognitiva el eje argumental de esta carta de presentación.
Recordemos que nuestras conductas siempre están inducidas o condicionadas por
el medio social y debemos racionalizar ante nuestra manera de pensar la
incomodidad, las contradicciones o ese continuo aprendizaje por la decepción
que abre distancias entre deseos y realidad. Así el sujeto se somete a un
fuerte proceso de autopercepción en el que la escritura es herramienta de
búsqueda para mostrar las cicatrices de
todas las palabras que no pudieron ser pronunciadas o no encontraron sitio en
el salón hospitalario del poema. Cálidas y confidenciales, las composiciones
entrelazan evocación y perdida, grises crepusculares y mediodía, el devenir de
un movimiento pendular que deambula por las asimetrías de las aceras buscando
sentido al final del cuento. Poesía con luz, que deja en los espejos el hermoso desnudo de la
sinceridad.
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