Toledana / Bruxa Sonia Chocrón Cubierta e ilustraciones interiores de Juan Vicente Gómez Landaeta Kalathos Editorial Madrid, España, 2019 |
MUTACIONES DEL YO
La voluntad creadora de Sonia Chocrón (Caracas, Venezuela, 1961) expande
una sostenida convivencia de géneros. Aglutina novelas, relatos, guiones de
televisión y cinematográficos, y completa quehacer con una amplia dedicación
poética. Tan extenso trabajo está refrendado por un largo inventario de
premios. Su legado poético suma ahora, en el catálogo de la editorial Kalathos,
dos salidas, Toledana y Bruxa, ambas integradas en un único
volumen.
Precede a los poemas de Toledana
una mínima nota que alude a una leyenda medieval castellana, que serviría como
fuente inspiradora de las composiciones. Raquel, una hermosa judía de Toledo,
capital por entonces de las tres culturas peninsulares, inspira en el rey
castellano Alfonso VIII una fuerte pulsión amorosa. esa relación trastoca el
buen hacer del rey e impulsa la reacción del pueblo. Para eliminar el influjo
que consume la voluntad del monarca, los vasallos deciden dar muerte a la
hermosa muchacha.
De tan romántico argumento se nutren los poemas del libro. Sonia Chocrón
renuncia a la crónica sentimental para hilvanar la historia en primera persona,
a través de una dicción, de corte sefardí antiguo, que retorna al ambiente de época.
El monólogo dramático permite recuperar la identidad de la amada. En ella
fermenta una intensa reflexión cuando el amor convulsiona, como si la intimidad
moldeara una nueva naturaleza. Toledo, ese entorno urbano sobre el Tajo que
aglutina sinagogas, mezquitas y templos cristianos, se hace
escenario cómplice; parece que las piedras tuviesen alma y comprendieran que el
cauce sentimental vivifica y llena los sentidos de transparencia. De ese estar
toma conciencia la voz del poema: “Soy Raquel de las cumbres de Toledo / la
amamantada con leche y miel / casa fértil ya bendicha por las madres /
ancestrales de mi fe….”. Los versos describen un ánimo en revuelo, que deja
alas a la pasión. Ese estado contradictorio aliña tristeza y alegría, agua
cautiva y manantial remansado.
La escritora divide el avance argumental en tres tramos; si en el
primero la voz de Raquel relata con emotivo afán el despertar de la semilla del
deseo, el segundo apartado, con cita prologal de El Cantar de los cantares, mitiga el tono sentimental para clarificar el
pensamiento y los efectos de la temporalidad en el muro sentimental. Es hora
del encuentro para que el abrazo encuentre suelo fértil, aunque deba ser motivo
de escándalo. De esa contradicción entre la fuerza pasional del cuerpo y la voz
de la razón, que avisa preventiva, afloran sensaciones de soledad y angustia
que rompen el sosiego: “Yo te inquiero alma mía / huésped de mi cuerpo
caprichoso / ¿No sabes que no puedes? / ¿No sabes que no debes?”.
La sección de cierre se abre con dos versos de Gabriel Bocángel. Como si
el destino quisiera cumplimiento y razón en el estar, la desazón anida en las
palabras. Sin la plenitud confirmatoria del amor, Raquel se siente un cuerpo a
la intemperie, una voz dubitativa que explora rumbo entre la sombra, que firma
pactos con la finitud como si la muerte se adelantara y solo fuera posible la
conmoción del amor en la oscuridad. No hay consumación sino celda de reclusión,
camino hacia el largo destierro del final. El amor renacido y fresco es solo
evocación y deseo, un comienzo imposible.
Publicado por primera vez en 1992, y finalista del premio Internacional
de Poesía Juan Antonio Pérez Bonalde, Toledana
es una celebración de la inocencia, un canto al amor que recupera el verbo
dormido de la lengua sefardí para dar al sentimiento, más allá de las normas
jerárquicas, de la diferencia de fe, o de la posición social, un protagonismo
en primer plano.
La incomprensión social de la experiencia amorosa –aunque apenas se
manifiesta en el poemario, más allá de algunas reflexiones del yo poético- el
fracaso emocional y la aridez del estar solo generan una fuerte mutación en el
relato lírico. La inocencia se transforma en sombra. Ese cambio vislumbra,
veintisiete años después, un nuevo poemario, Bruxa, en el que se refugian las aristas más desapacibles de la conciencia,
como si asistiéramos al advenimiento de alguna plaga bíblica. La hermosa
muchacha es ahora la bruja, la hacedora de ritos que siembran dolor y miedo.
Así lo corrobora en el espejo la voz conforme
de quien se muestra ante sí misma: “Pertenezco a un ejército de infames
/ metódicos / Vivimos agazapados observando / en nuestros resquicios / para que
los buenos / no huelan nuestros nervios.”
La perspectiva ética de Bruxa
traslada los poemas a la dicción del presente, lo que enriquece los niveles de
lectura. Ya no es solo el fluir de un relato emotivo individual que muestra su
orfandad sino la atmósfera de grisura de un presente desapacible que llena sus resquicios de derrotas e inconformismo:
“Esta es mi ciudad / Una villa fantasma / Un valle impuntual / perra callejera
/ Tus basureros / Tu estiércol…” La existencia se convierte en un fallido
intento de entender el brumoso fluir del tiempo: “Penetro la oscuridad para
entender / lo oscuro / Y rasgo el mal / para entender el mal”
Así se va haciendo evidente en lo cotidiano un estado de desafección. Cada
gesto evidencia los pliegues de la sombra, las voces callejeras del dolor, la
ilusión del amor hecha jirones, como si padeciera un hechizo, o habitara un
infierno doméstico que no dejará sitio a la claridad de otro futuro.
Uno de los poemas esenciales de Bruxa
es “Sorcellerie”; da voz a una emotiva poética sobre la utilidad de las
palabras y su función esencial: “No escribo poesía / solo voy al estanque de
las palabras y escojo / nuevas, o viejas y olvidadas / y las junto como si
ensartara un abalorio / de muchas cuentas / y ambiciones / Mundo, hombre ,
amanecer / Cielo, hambre fin / porque todas mis fórmulas mágicas / y líquidos,
hilados y envueltos / están en mi lenguaje” Otra vez el lenguaje se plantea
como elemento esencial del sujeto. Es el catalizador adecuado para trazar los
límites de pensamientos y percepciones
en la suma vital.
En ese estar en la sombra, la memoria mitiga la sed y recupera los hilos
de luz de un tiempo áureo, cuando el amor era la clave básica de la identidad.
En el poema “Mutaciones” leemos: “No siempre fui yo / la infiel / Una vez fui
otra / en un tiempo lejano…” Siempre la condición básica del existir es la
finitud, todos estamos abocados a un caminar transitorio que también sobrevuela
sobre sentimientos y emociones.
En los poemas de Toledana y Bruxa Sonia Chocrón convierte el sentir
amoroso en un Jano bifronte. En su poesía, la calidez del sustrato intimista se
hace rumor de nieve. Constata que lo más hondo del yo confidencial también es
materia expuesta a la intemperie; amanecida que en el instante del comienzo ya
contiene la opacidad fría de la noche.
JOSÉ LUIS MORANTE
Regalo de la mañana, esta nota tuya, José Luis Morante. Lúcida, generosa, honda. Estoy honrada y agradecida. Amanecí tocada de nube.
ResponderEliminarVa mi abrazo conmovido
Querida Sonia, me alegra sentir esa emoción intacta que deja tu escritura, comparto tu caligrafía poética porque es una invitación a la lectura. Hace de espacios geográficos distantes un mismo cuerpo verbal. Un fuerte abrazo.
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