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PEDALEOS
(Una reflexión sobre el haiku)
Toda tradición lírica se enriquece en el tiempo con tramas textuales nuevas
y con la aclimatación de formas foráneas. Tal vez la última adopción estrófica
ha sido el haiku. El molde es descubierto en castellano por el mexicano Juan
José Tablada –según Octavio paz- y su entrada en nuestro ámbito lingüístico se
facilita por la existencia de una sensibilidad afín de estrofas breves como los
epigramas, las seguidillas o las greguerías. Esta proximidad habita en los
afanes literarios de Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la
Serna, Lorca, Cernuda, Altolaguirre, Prados… y se desborda en el último tercio
finisecular, cuando un caudal insólito de haikus anega las distintas
promociones y corrientes contemporáneas.
Esa inicial desconfianza en la que la estrofa asimilada pierda su
plenitud –hecha de concisión, temporalidad y mínima presencia del yo- al
alejarse de su espacio de origen tiene razones: si la mentalidad, el arraigo
cultural y el ámbito de escritura son diferentes, en la dispersión los
resultados deben mostrar una apariencia
nueva. Por tanto, cualquier fruto literario debe sobreponerse al estatismo y la
quietud y renovar su verdad artística.
En los ojos del haiku se percibe un brillo nuevo, una certidumbre que
trasciende lo pasajero, un empeño de encontrar la palabra renacida en el fondo
del silencio:
AMANECIDA
Nunca desisto;
el pedal ejercita
mirada y haikus.
(inédito)
Te deseo toda la felicidad del mundo en estas Fiestas y SIEMPRE.
ResponderEliminarUn abrazo
Buenos días José Luis, al leer tu entrada y ver la foto, junto con el haiku inédito, por cierto muy bueno, se me ha ocurrido este otro, que lo dejo aquí.
ResponderEliminarMirada de agua.
Pedaleo reflejo,
de un hombre solo.
Luz del Olmo
Feliz año 2020