"A distinguir me paro..." Casa-Museo de Antonio Machado (Segovia, 2013) Fotografía de Adela Sánchez Santana |
ANTONIO MACHADO EN SEGOVIA
El periplo biográfico de Antonio Machado en la sosegada ciudad del acueducto es muy conocido. Destinado como profesor de
francés, Antonio Machado llega a Segovia el 25 de noviembre de 1919. Se aloja
en una modesta pensión de la calle de los Desamparados, ahora convertida en
Casa-Museo. Es el lugar que busco con ese paso urgente de la gratitud. Recorro las modestas habitaciones que siguen preservando un aliento de
época. Antes de adentrarme en la casa, he realizado fotos del busto del poeta
esculpido por Emiliano Barral y he
conversado largamente con César, quien regenta la pequeña librería de viejo del
patio, donde he comprado algunos ejemplares de poesía y dos o tres biografías del poeta. Son libros que ya tengo, pero que se cobijan entre mis manos por un precio de saldo que invita al regalo. Pienso en mis hijas o en esos amigos poetas que aman la estela inagotable del escritor.
La visita guiada se inicia en el
pasillo, donde están las fotos de la patrona. La mujer mira a la cámara con el
orgullo de cumplir las normas de la hospitalidad ante un huésped tan ilustre.
Cerca de allí, la cocina despliega un inventario de cachivaches domésticos que
se completan con la inefable máquina Singer, donde las amas de casa consumían
su tiempo entre labores. En la alacena, de suelos rojizos, la aceitera, los
cántaros, la caja metálica para cobijar las galletas… Detalles que hablan de un
ambiente muy similar en casi todas las casas castellanas.
En el salón, con amplia mesa y
ventana despejada se celebraban las tertulias o se esperaba con resignación el
escueto refrigerio; no eran días para el agasajo. Y pueblan las paredes fotos de la
hermosa Leonor y del poeta, la partida de matrimonio, portadas de periódicos de
la época donde publicaba colaboraciones, e imágenes de los acontecimientos que
saludaron la llegada de la segunda república. También primeras ediciones y
algunas estanterías con libros dedicados. La más entrañable pieza del museo
es la habitación de Don Antonio: amplia cama de cabezal metálico, mesa camilla,
alacena y espejo donde todavía se contempla la sombra del poeta.
Es mediodía casi, cuando
abandono la casa. En mis manos los nuevos libros. En una terraza de la ciudad vieja, cerca de la plaza mayor, abro a la luz las páginas de Proverbios y cantares.
Recuerdos de un viaje al corazón
Entre poetas... Buena manera de salvarnos... Abrazos amigo!!
ResponderEliminarSi no conoces la casa de Antonio Machado en Segovia, querido Luis Ramos, debes visitarla de inmediato con tu compañera; es un pupitre de humildad y ética, una advertencia de contenidos para no dejarse arrastrar por el fantasmeo literario o las vanidades de humo. Sencilla y natural, es pobreza en el tiempo. Fuerte abrazo.
EliminarYo conozco gente que no tiene humildad y se creen grandes siendo pequeños.
ResponderEliminarYo también, claro, es esa gente que se disfraza en el anonimato para juzgar a los demás y que desconoce las más elementales normas del respeto y la humildad, porque no sabe si humildad se pinta, es luna o tierra o se escribe sin hache. Muy feliz de que esa gente esté muy lejos de mis puentes de papel y que su recuerdo sea humo.
EliminarUna sola cosa más: para medir a los demás hay que tener altura propia, el humo no tiene altura, el rencor no tiene altura, las mentiras no tienen altura, las que pueblan furtivas la sombra no tienen altura. Un saludo cordial y agradecido por leer estos puentes de papel. Son media vida, la otra media, también.
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