En el páramo |
EL REGRESO DE ADÁN
Solo hoy me vuelvo a encontrar
ARTHUR RIMABAUD
Persistente, en el centro del páramo, se alzaba todavía el árbol del bien y del mal; Adán miró con lentitud aquel entrelazado de tronco y ramas y se hizo efectiva la rigidez sin vida de un tronco calcinado y rijoso.
No aguantó más. Bajó los ojos y convocó el olvido, como si el paraíso no hubiese existido nunca. Cuando se precipito hacia la salida, sus pasos tropezaron con el ala inerte de algún ángel, el metal de una espada herrumbrosa y una camisa oscura de serpiente.
(De Cuentos diminutos)
El paraíso como la felicidad son instantes. Disfruto con tus cuentos diminutos siempre. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu generosa lectura, querida María José; tienes razón en la naturaleza del paraíso, es solo un espacio interior. Gran abrazo y siempre un placer tu cercanía y tu sosiego. Feliz día.
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