Zapatos sin cordones Julia Navas Moreno Chamán Ediciones Colección Chamán ante el fuego Albacete, 2021 |
SONRISAS SIN LUZ
El prólogo de Zapatos sin cordones, escrito por Ana Vega, refuerza la condición paradójica de lo existencial. Los versos de Julia Navas Moreno formulan su propio discurso reflexivo en torno a la enfermedad, donde se acentúa nuestra condición temporal y la fragilidad continua del viaje existencial. Sin melancolía, el sujeto asume que el decurso vital es continuo tránsito, zarandeado de forma casi inevitable por el sufrimiento. Pero Ana Vega advierte, con lúcido saber que quedan amanecidas y esperanzas porque “Donde hay amor siempre hay camino” y en cualquier recodo se abre benevolente la mano tendida de lo posible.
La razón, como brújula y norte que dicta la ruta más favorable para el quehacer de la conciencia, es cordura contingente. Junto a ella respira la locura, una forma de pensar y actuar que enlaza percepción y pensamiento con un ejercicio de resistencia. Desde el primer poema “El amor en las salas de urgencia” surge en la búsqueda cognitiva del sujeto la decepción, esa disonancia manifiesta que confronta el ser y el estar. De esta mirada ante la realidad vivida que se percibe como un laberinto se nutre la aceptación de la inclemencia. La locura está ahí, calza unos zapatos sin cordones, próxima, cercana, pidiendo ternura, la posibilidad de renacer en otro entorno, lejos del encierro y del cristal sellado que aleja la libertad de quienes están fuera.
El trayecto poético de Zapatos sin cordones se convierte en una indagación recurrente sobre el sentido de lo existencial; la escritura acumula esas sensaciones que quedan incrustadas en el inventario sentimental, dejando entre las manos esquirlas de dolor y soledad, como manifiesta con voz limpia el poema “Roturas”: “Subí a la cumbre de mis posibilidades / y descubrí una fosa / de vértebras rotas, / de prótesis temporales y corazones arañados, / de manos vacías y pensamientos ambiguos.”
El yo lírico acoge en su conciencia el miedo como un imperativo emocional, las oscuras impresiones sembradas por el acontecer; son los latidos de un tiempo que traza senda hacia el crepúsculo y la ceniza. Junto a esta respiración del yo dolorido, está también la conciencia de pertenecer a un entorno en el que a diario dejamos los diversos indicios de la degradación. El aire se hace impureza y los océanos pierden su azul para acoger los residuos tóxicos de un consumismo desaforado y egoísta, incapaz de cuidar la naturaleza. Pero también la fuerza del deseo y el cuerpo como espacio de celebración y lugar del Eros, donde el placer estalla contra la soledad: “Ahora sé más de mí de lo que tú / nunca has sabido. / Buscan mis dedos / el intersticio de la carne / y susurro tu nombre / segundos antes de volver a sentirme / tan solo una figura desmadejada / rendida al estrépito de mi soledad”.
Zapatos sin tacones, al que Vicente Múñoz Álvarez en nota lírica epilogal define como “un salmo al desastre y al caos, al dolor y a la esperanza, cuando todo se desmorona alrededor”, establece como estrategia versal el poema breve, ligado a la dicción clara del propósito dialogal, donde el verso adquiere, con un lenguaje despojado y ajeno a cualquier arrebato místico, la pulsión temporal de los recuerdos, un estar hecho con gotas de luz que abren paso a la esperanza a pesar de esa sensación de dolorosa conciencia de estar contra las cuerdas. En su despojamiento expresivo, Julia Navas Moreno preserva la levedad de la contemplación, hecha indagación e instante. Deshace ataduras y se empeña en construir un mañana habitable, ese renglón de luz que cabe en un poema, más allá del dolor, tras la pared del tiempo.
JOSÉ LUIS MORANTE
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