Como dados redondos Miguel Ángel Real Editorial Cisnegro Lectores de Alto riesgo México, 2018, 2ª EDICIÓN |
EL MAR A SOLAS
En un trayecto creador, cada título añade trazos nuevos a una identidad
de construcción fragmentaria, que acumula en su voluntad expresiva
circunvoluciones, avances y retazos. Pero, sin duda, es el libro auroral de un
poeta su incisión más fuerte; dibuja una cicatriz de piel abierta que tarda en
suturar en el tiempo. Así sucedió con Zoologías
la carta de amanecida de Miguel Ángel Real (Valladolid, 1965), Licenciado
en Filología Francesa, catedrático de español en el Lycée de Cornouaille de
Quimper, en Bretaña, donde reside desde hace más de treinta años, e incansable
traductor al francés de poetas españoles contemporáneos. Zoologías, obra impulsada por Ediciones
en Huida, en 2019, dejaba en el espejo
del poema una mirada limpia sobre lo diario que descubría desajustes y
disonancias en el discurrir y emparentaba las actitudes sociales del
sujeto colectivo con la imaginería zoológica, dando pie al sentido crítico y la
ironía. La irracionalidad y el instinto, no pocas veces, impulsan mutaciones en
nuestra identidad que nos transforman en fauna selvática.
Llega ahora a los lectores peninsulares, aunque fue publicado en México en 2018, el volumen Como dados redondos cuyos poemas, tanto en castellano como en francés, han transitado por diferentes revistas, digitales y en papel, en Francia, España, Venezuela y México. La cosecha consolida una propuesta personal, seleccionada en antologías como la que publicara la editorial vallisoletana Páramo.
El poemario ubica en el umbral un aforismo lapidario como título: “El naufragio es destino”. La expresión muestra el paso natural de una estela reflexiva que busca en la hondura de la introspección las razones de nuestra existencia. El poema se hace incisión; sus versos se asoman al devenir vital para encontrar sosiego y acogida, para despojarse de la condición de náufragos que llena la singladura de escollos y oleaje.
Quien escribe enlaza el periplo individual por la senda del tiempo con una azarosa travesía marina. De esa analogía nace una cartografía de imágenes que multiplica las posibilidades expresivas, como una toma de conciencia de la fragilidad humana y su necesidad de encontrar puerto: “Porque no eres más / que el penúltimo intruso / y bien sabes / que sea cual sea tu esperanza / no haces sino preparar el último salto / sobre la cima sin fondo / a la que conducen / todos los caminos de la tierra”.
Esta trayectoria está impregnada de afán transcendente; más que un elemento físico de impecable belleza, el mar es ausencia. Así se percibe en el segundo apartado que acompasada su sensibilidad a la interpretación plástica de la contemplación. El mar está ahí, en movimiento continuo, es silencio y confidencia, espacio de belleza y horizonte en el que se reflejan las variaciones del ánimo, la certeza de una lejana paz que invita al regreso.
Sobre el perfil de la soledad fluye el pensamiento para asumir el después. Los recodos del ámbito laboral están deshabitados. La casa es un sitio de soledad y ausencia; tiene el tacto del frío. Así se van acumulando los breves tramos del poemario, como si quien abre senda en los poemas fuera acumulando secuencias que transmiten un tono íntimo, casi un diario existencial en fragmentos. En “Como dados redondos” se ahonda en esa sensación de azar de lo diario; habitar los días es sentirse un dado sin aristas que se arroja sobre el tapiz del tiempo. Los estratos del afuera cercano convierten los gestos tediosos en rutina e indolencia.
Llega ahora a los lectores peninsulares, aunque fue publicado en México en 2018, el volumen Como dados redondos cuyos poemas, tanto en castellano como en francés, han transitado por diferentes revistas, digitales y en papel, en Francia, España, Venezuela y México. La cosecha consolida una propuesta personal, seleccionada en antologías como la que publicara la editorial vallisoletana Páramo.
El poemario ubica en el umbral un aforismo lapidario como título: “El naufragio es destino”. La expresión muestra el paso natural de una estela reflexiva que busca en la hondura de la introspección las razones de nuestra existencia. El poema se hace incisión; sus versos se asoman al devenir vital para encontrar sosiego y acogida, para despojarse de la condición de náufragos que llena la singladura de escollos y oleaje.
Quien escribe enlaza el periplo individual por la senda del tiempo con una azarosa travesía marina. De esa analogía nace una cartografía de imágenes que multiplica las posibilidades expresivas, como una toma de conciencia de la fragilidad humana y su necesidad de encontrar puerto: “Porque no eres más / que el penúltimo intruso / y bien sabes / que sea cual sea tu esperanza / no haces sino preparar el último salto / sobre la cima sin fondo / a la que conducen / todos los caminos de la tierra”.
Esta trayectoria está impregnada de afán transcendente; más que un elemento físico de impecable belleza, el mar es ausencia. Así se percibe en el segundo apartado que acompasada su sensibilidad a la interpretación plástica de la contemplación. El mar está ahí, en movimiento continuo, es silencio y confidencia, espacio de belleza y horizonte en el que se reflejan las variaciones del ánimo, la certeza de una lejana paz que invita al regreso.
Sobre el perfil de la soledad fluye el pensamiento para asumir el después. Los recodos del ámbito laboral están deshabitados. La casa es un sitio de soledad y ausencia; tiene el tacto del frío. Así se van acumulando los breves tramos del poemario, como si quien abre senda en los poemas fuera acumulando secuencias que transmiten un tono íntimo, casi un diario existencial en fragmentos. En “Como dados redondos” se ahonda en esa sensación de azar de lo diario; habitar los días es sentirse un dado sin aristas que se arroja sobre el tapiz del tiempo. Los estratos del afuera cercano convierten los gestos tediosos en rutina e indolencia.
El contenido
verbal de las secciones finales se convierta en una disposición afectiva y
testimonial sobre la terquedad insomne de lo cotidiano. En el transitar se instalan también el desamor, la impaciencia y la incertidumbre, como plantas
agostadas, crecidas a destiempo; luces y estridencias en el ánimo que también
ocupa el hueco doloroso de la ausencia, como en el apartado “Mirador sobre el
páramo”, dedicado al padre del poeta.
La meditación de Como dados redondos sobre las secuencias diarias transforma su significado y las convierte en sueños recurrentes; el trayecto vital ofrece un mapa de gestos que sobrevive frente a la indolencia. Quien lo protagoniza es portador de un colmado equipaje hecho de sensaciones que poco a poco va perdiendo sus límites frente a un horizonte lejano, cuyos vértices son incertidumbre y espera, esa endeble temporalidad que tiene en cada destino su lugar exacto.
La meditación de Como dados redondos sobre las secuencias diarias transforma su significado y las convierte en sueños recurrentes; el trayecto vital ofrece un mapa de gestos que sobrevive frente a la indolencia. Quien lo protagoniza es portador de un colmado equipaje hecho de sensaciones que poco a poco va perdiendo sus límites frente a un horizonte lejano, cuyos vértices son incertidumbre y espera, esa endeble temporalidad que tiene en cada destino su lugar exacto.
JOSÉ LUIS MORANTE
Gran reseña de un grande. Abrazo.
ResponderEliminarYa sabes, querida amiga, que la poesía es una buena compañera diaria para afrontar el frío del invierno, así que encantado con este libro de Miguel Ángel Real y con tu amistad. Un abrazo entrañable.
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