La piel de la ciudad Fotografía de Javier Cabañero Valencia |
MOMENTOS
(apuntes del diario)
Hay que tomarse en serio el
delirio político de López Obrador para que no se desplomen ni un milímetro
nuestro cariño, nuestra afinidad cultural y nuestra admiración solidaria por el
pueblo mexicano. El irritable presidente no siembra sospechas en vano. Detrás
de sus verbosidades totalitarias están calculados intereses económicos
personales. Lo de siempre: privilegios familiares, mordidas, chantajes a
multinacionales y trato de favor a los que eternizan su poder político,
mientras el foso umbrío de la desigualdad social, la desgarradora violencia
contra las mujeres, la mínima libertad de prensa y los continuos asesinatos a
periodistas, y el campeo impune de los grupos mafiosos de la droga son asuntos
menores de su desgobierno. Tras los estallidos de rencor, solo la sombra y la sospecha, ningún bien social;
la mirada de un tipo infame y demagogo asomado al invierno.
El aforismo como literatura reflexiva se convierte en suelo central del proceso
comunicativo y de las estrategias expresivas de la creación. En marzo, el
primer congreso nacional en las aulas universitarias de Madrid. Las poéticas
breves sacan músculo; mantienen ese prurito intacto de complejidad en la voz de
sus escritores más conocidos. Esencial el trabajo organizativo y la voluntad
participativa del editor, aforista y gestor cultural José Luis Trullo.
El sujeto
ficcional fusiona en una misma identidad autor y personaje. Traza un espacio de
pensamiento en torno a tres vectores: el deambular de la existencia, la
pertenencia a un tiempo histórico y los meandros de la creación literaria. Con
ellos adquiere verosimilitud, propaga cercanía en su otredad, pone luz en las
palabras y en la razón de vivir.
En el discurrir aleatorio del tiempo, pupilas de tristeza por la brújula
que marca el final de ruta. No queda más camino. Adiós, Ángel Guinda, cuántas
vivencias comunes remueven la memoria.
El yo indagatorio del diario actúa bajo la discreta transparencia de una
máscara. Suena, limpia y natural, la voz de un narrador que convierte cada párrafo
en una cerilla encendida, en una amanecida que tiende sobre las cosas un
epitelio de lucidez.
Apuntes del diario
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