Esta ira María García Zambrano Epílogo por Julieta Valero Editorial Vaso Roto / Poesía Madrid, 2023 |
POLVO EN LAS ALAS
María García Zambrano (Elda,
Alicante, 1973) compagina su quehacer laboral como profesora de literatura con
el empuje colectivo por la visibilidad social, la igualdad de género y la didáctica creativa
de los talleres literarios. En 2007 adquirió presencia poética con El sentido de este viaje, entrega que
abría un sosegado trayecto que incluye las estaciones Menos miedo (2012), reconocida con el Premio Carmen Conde, La hija (2015) y Diarios de la alegría (2019). Son libros que resguardan recorridos
temáticos marcados por el epitelio existencial, el enfoque crítico, comprometido
con la identidad femenina y su complejo difuminado histórico, y las asimetrías
de una convivencia colectiva que corta alas a cualquier utopía, que vela
aspiraciones y querencias.
Esta ira compila poemas
escritos entre 2015 y 2020 y pone como pórtico un texto en prosa impulsado por
la duda y el cuestionamiento, por la enfermedad y el dolor: “El frío hace
estallar la madera, lo cíclico nos obliga a hibernar. La lucha contra la muerte
nos ha llevado a la extenuación. La belleza es apenas perceptible y la rabia se
muda a esta casa flotante…”. La mezcla de sustratos proviene de una cita de
Adrienne Rich que traza el planteamiento convergente del poemario y su ambientación
reflexiva en torno a la sinrazón de la bilis. La ira traza una mínima línea, oscura y diluida,
que hay que soportar y vencer porque trastoca la arquitectura emocional del
hablante.
La voz poética, como se
percibe en el aserto del apartado inicial “Amar. Conservar vivo. Nombrar”, asume
la tarea de mudar el estado de incertidumbre y desgaste cobijado en la
conciencia. El discurrir tantea, poco a poco camina hacia el mediodía; nos convierte
en un puñado de luz que hace posible “Una diminuta llama” encendida también en la
ceniza. Hay que sacudir el polvo entre las alas para que sea un quehacer consumado el vuelo
alto.
Todo el apartado vela el camino biográfico cuyos pasos dispersaron vigilias
estremecidas. No hay enunciados argumentales explícitos sino un lenguaje lleno
de imágenes poderosas, con alto poder de sugestión, que guarda afinidades con
algunos magisterios como Alejandra Pizarnik o Emily Dickinson.
El apartado “Esta ira” mira hacia dentro, rastrea la escenografía de un
paisaje interior roto y sus piezas heridas. El poema que da título al libro conversa mudo con el transitar de la enfermedad para sondear la naturaleza temporal de la muerte y seguir después; las palabras buscan sitio,
resisten y quieren mantener escondido bajo llave el dolor; es una manera de
repeler lo imperfecto y secar las flores de la melancolía. María García
Zambrano no se asoma a la existencia desde lo anecdótico sino desde lo conceptual,
como se percibe en las composiciones “Qué idioma sagrado”, “Sobre la compasión”
o “Poética de la fractura”.
La sección “Las hermanas” restaura lo concreto mediante escenas fragmentadas
que buscan un escenario próximo para la representación de la fragilidad y la
convivencia familiar. Permanece en el apartado el clima de incertidumbre y
sombras que oscurece el rastro del tiempo: “-La palabra inane, la palabra
arenosa, la palabra / llena de agujeros de bala. Balbuceo. Definitivamente / ha
perdido la capacidad para hablarle a la muerte. / El lenguaje también es una
farsa”. El protagonista lírico se desdobla para contemplarse a sí mismo. La
introspección busca hondura y recorre itinerarios, acaso sin regreso, porque forma parte de lo efímero, de lo que muda y cambia. Cierra la entrega el breve
conjunto “La belleza y una coda. A modo de antídoto contra la ira”. Quien comparte
su reflexión en torno a la belleza observa un entorno claustral, casi
hospitalario, que acompasa sensaciones y el latido de la supervivencia. No teme
la soledad, es un síntoma más que busca renacer en un entorno marcado por la
extrañeza. También el poema “Coda”, con su disposición formal seccionada, alude
a esa capacidad del sujeto de afrontar en la sombra una razón de vida. La mínima
materia que disipa una existencia se reencarna en otra, se hace crisálida
que acoge otra identidad.
El apartado “Citas, dedicatorias y gratitudes” clarifica préstamos
literarios, intenciones poéticas y claves de un entorno asentado en la conciencia
del respirar diario: “Por estas páginas campan la rabia, la extrañeza y la
soledad de los primeros años. Las miradas y ausencias. Pido perdón por la falta
de compasión”.
El epílogo de Julieta Valero no es un sosegado ejercicio de presencia
provisional, sino una interpretación muy sugerente. Rastrea la herida del poema
y avanza despacio por su cicatriz recordando una poética de María García
Zambrano, escrita en 2017; el tiempo es una herida que avanza muy despacio y
nos desangra y hay un dolor supurante que procede de la enfermedad de la hija;
todo está marcado por esa realidad ineludible y el diálogo que componen
literatura y vida. Las palabras se asoman a la ventana, dibujan con manso trazo, a lo lejos, las
orillas de una senda futura de sanación y alquimia.
JOSÉ LUIS MORANTE
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