La soledad (Las siete bestias, V) Emilio López Medina Coedición de Apeadero de Aforistas y Thémata Editorial Colección Gnomon Sevilla, 2023 |
PERTENENCIAS
Sólo unos pocos meses separan la publicación de El mundo que se abre, breve compilación de una centena de aforismos
sobre filosofía, de Emilio López Medina (Jódar, Jaén, 1949), de La soledad, quinta entrega del proyecto
filosófico Las siete bestias, tratado
en torno a los asuntos centrales de la existencia que emplea el laconismo y el
decir breve como esteros reflexivos. De este modo, el texto conciso moldea argumentos
donde el hablante verbal se focaliza a sí mismo como persistente núcleo
temático. Así han ido apareciendo entregas escalonadas sobre la ignorancia, la
ambición, la diversión y el sexo. Son espacios indagatorios de hondura que interpretan el mundo a través
de la meditada arquitectura expresiva del aforismo y los destellos del
pensamiento fragmentario.
La dimensión de La soledad
ubica en primer plano los efectos del desamor y la ruptura de la convivencia de
pareja. Aislado en sí mismo y con una autoestima de baja estatura, el yo se
confina en el silencio frío del espejo y hace de la lejanía de los otros su estado natural. La
palabra ya no es centro de gravedad, ni se hace viaje hacia el intimismo del sujeto
ajeno o cauta medida de emociones y pensamientos. Es un estado nuevo, una catástrofe doméstica donde corresponde superar la desorientación y buscar referencias que conecten la existencia
personal y el entorno cotidiano. La cosmovisión subjetiva abre puerta a las
dudas. El mismo cuerpo parece recubrir su dermis de extrañeza. Somos otros y
cada gesto adquiere carácter introspectivo mientras cristaliza un marco de representación complejo y saturado por la decepción. La amanecida del solitario conecta con un
poblado escenario de variantes, donde esperanzas y posibilidades caminan de
espaldas. Se expande una continua sensación de naufragio: “Cada cual es un
navegante solitario en una frágil barca en mitad de la noche…”. Y es preciso
buscar coordenadas y destino, indicadores que hagan posible la llegada a otro
andén habitable. Todo el apartado inicial “Del otro y su palabra” es una
exploración de la convivencia como sinfonía de matices y de fragilidades. Estar
juntos crea un espacio vertical que, cuando se hace ruinas, deja al hombre en
otra dimensión de la realidad. Se hace fuerte la falta de sentido de la
existencia y la necesidad de buscar un refugio interior, ajeno a los dictados
del sentimiento.
Desde Anaximandro, en el pensamiento filosófico clásico, la semántica de
mundo designaba una multiplicidad ordenada y cambiante; equivalía a la noción
de realidad como entorno que sirve de voluntad y escenario al discurrir
existencial del yo colectivo. Emilio López Medida denomina el segundo conjunto
textual “Del mundo” y en él se incorporan las reflexiones metaliterarias de la
palabra rota, el silencio, como realidad sin palabras y la figura del solitario, ejemplo de contrastes, que hace del sí mismo una oscura presencia social. No
hay un cambio de orientación en el lacónico discurrir del pensamiento; se
muestra un mundo interior que zarandean los vientos emotivos y las coyunturas
temporales que cobran la apariencia de hechos irreversibles. Son coordenadas
azarosas que dejan tras de sí consecuencias directas como el odio, la soledad,
el arrepentimiento, la culpa o la voluble empatía hacia los que conforman la
periferia del yo.
Para Emilio López Medina el mundo supone “No un conocimiento, sino una
percepción: esto es la vida. No sólo el mundo no sería si no se viera, sino que
además ni siquiera es lo que se ve: el mundo es el hecho de verlo. Lo veo, luego existe.”. Gran interés reflexivo para
entender el apartado tiene otra tesela: “El mundo para el hombre contemplativo
es un libro que está ahí para ser leído. Para el hombre de acción, un decorado
para ser intervenido. Uno y otro suelen ignorar el plató en el que, a su vez,
ambos se hallan”.
Por tanto, el pensador mira hacia fuera, deja dormido su intimismo para
que las palabras exploren la vida como proceso y como puente tendido hacia el
futuro. En este tránsito desde el interior al exterior nacen así distintas
perspectivas enmarcadas en un realidad concebida en un tiempo concreto:
“¿Nuestra vida? Errático vuelo de un pájaro entre una bandada”.
El hecho de afrontar lo cotidiano, convierte al yo en un superviviente
que retorna a casa. El tramo final “De sí” alumbra la noción del regreso. La
fisonomía cambiante de lo exterior supone sumar pasos dubitativos y es
necesario recuperar la cálida estancia del ser: “La vida empieza a gustarme
cuando huyo de ella. Desde mi escondrijo, la contemplo y la amo”, “La mejor
puerta a la intimidad propia es el anonimato”.
Acorde con la vocación filosófica de Marco Aurelio, Séneca, Montaigne,
La Rochefoucauld, Nietzsche, Hegel, Fichte, Wittgenstein o Cioran, (Esta
enumeración de influencias requiere siempre una concentración necesaria),
Emilio López Medina mantiene una tangible presencia central en el aforismo
filosófico contemporáneo. Sus materiales reflexivos conceden una apertura
máxima al pensamiento. Se apropian de los elementos de la realidad para
mostrarnos sus estratos, esas capas donde conviven la máscara y la
transparencia, el inconsistente horizonte, contradictorio y cambiante, que deja entre las manos el desquiciado empeño de
vivir.
JOSÉ LUIS MORANTE
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