Diarios (1) Azul Monforte Antón Lopo Traducción al castellano de Ismael Ramos Ediciones Papeles Mínimos, Colección Poesía, 16 Edición bilingüe gallego-castellano Madrid, 2024 |
ANDAR AL PASO
Su entrega poética Diarios (1) Azul Monforte ha sido reconocida con el Premio de la Crítica, convocatoria anual, impulsado por A Asociacion Gallega da Crítica, y ya tiene versión al castellano a cargo del poeta y traductor Ismael Ramos en la colección de poesía de Papeles Mínimos.
El título aclara de inmediato las claves escriturales de esta salida. Es la autobiografía sentimental de un hablante lírico, cuya voz anota el andar al paso. La palabra asume de inmediato una visión enunciativa; la visión de un viajero en el tiempo que entrelaza percepciones y vuelve los ojos hacia el páramo de los días idos. La reflexión empieza vislumbrando el ser transitorio de la conciencia. La huella de la lectura, como sucede con el diario del escritor y fotógrafo barcelonés Jordi Esteva, desgrana secuencias vitales hechas patrimonio en la terquedad del tiempo. Una travesía iniciática, fragmentada en momentos, que adquiere al ser interiorizada densidad matérica. La línea confidencial de lo autobiográfico contamina al lector con un epitelio vital de gravedad y desasosiego; así sucede también los diarios de Rafael Chirbes, cuya experiencia lectora depara un aprendizaje cognitivo que fortalece y redacta un didáctico manual de supervivencia; un ideario escrito con la tinta clara de la lucidez que alumbra el propósito escritural de Antón Lopo: “ Yo quería escribir lo que no se escribe (lo invisible). / Darle cuerpo a lo que no existía. (Write me on )". Desde esta arquitectura evanescente de la memoria comienza el poema. Las palabras aprenden a construir desandando, buscan en el cielo raso del pasado el vuelo de la evocación, como sucede en el excelente poema que da título al libro “Azul Monforte”, en el que la figura materna se convierte en identidad referencial. Lo mismo sucede en el texto “No era consciente de lo que se avecinaba”, en el que se versiona el deterioro físico que lleva a la mirada crepuscular que anticipa el olvido: “… Llevo nueve años inventando / la supervivencia de una mujer desahuciada y me / pregunto si tiene sentido algo de lo que he hecho”.
El acontecer del entorno también se ubica en las composiciones, abriendo la trama argumental con estratos heterogéneos. Una mirada al obituario, el rescate de algunas presencias de la intrahistoria cultural, como Ernesto Guerra da Cal, o imaginativas estampas familiares conviven en las anotaciones, comentando los trabajos y días del sujeto verbal, cuyos caminos interiores, plenos de percepción emocional, son las más fértiles vetas argumentales. La observación directa de la realidad convencional y los estados de ánimo conceden a los textos un significado testimonial, un aire limpio de certeza y verdad que enlaza quehacer literario y travesía biográfica. Comprender es entender que el carácter ficcional es la propuesta central de la escritura, aunque “todos mentimos demasiado sobre la Verdad”.
Quien habita en los poemas apuntala su memoria y mantiene claras afinidades con el yo biográfico y con su carga de recuerdos, afectos olvidados y sucesos perdidos que afloran un instante, como si precisaran recuperar destellos. Esta certeza da pie a considerar al protagonista verbal como un yo desdoblado, como un certero dibujo especular. De ahí la fuerza expresiva y emocional que transmite, esa cadencia cómplice que origina un estado de recepción que libera de cualquier intemperie.
Creo necesario constatar el empeño metapoético de la composición “Embelga”. Dado el carácter anfibio de la escritura entre la poesía y la prosa, el ámbito sosegado del escritor se pregunta a sí mismo: “¿Cómo hacer un poema que dure exactamente / el tiempo que el poema tarda en hacerse? / Un poema que se construye a sí mismo, / sin mecanismos literarios o rasgos estéticos / (sin voluntad sonora), legible / en cuanto a la apariencia aunque no posea fondo / y sea únicamente transcurso (movimiento)”. Las certidumbres dogmáticas del taller son mínimas; se trata de conceder a los versos la sensación de ser, un vuelo atemporal e inaprensible. Algo que pasa y solo tiene las coordenadas simbólicas de un espacio mental.
Henchido de recuerdos, el ayer se precipita para poblar con instantáneas la puesta en escena. Desde el fondo de la memoria se vislumbra de nuevo presencias llenas de ternura y mensurable transparencia; el tiempo se convierte en un horizonte repleto de señales cuyos reflejos alzan los diferentes estratos de lo real y los estados de conciencia; el patrimonio afectivo del yo que descifra mensajes, “esas claves ocultas de los hechos fortuitos”. Para el poeta la escritura es “registro de los huecos que crean las palabras”.
La recuperación de sensaciones e imágenes de Diarios (1) Azul Monforte hace evidente la pérdida, el suspendido rastro de ausencias que integra a los que no están y acoge en sus manos cambios y mutaciones,. Todo bajo un cromatismo indeciso, simbólico, que entrelaza cercanía y sueños. En el mapa azul de la memoria los espacios vividos ya no están en su sitio; se desplazan tangenciales para quedar sobre la caligrafía del tiempo, en esa página íntima y confidencial que deja dentro una mirada introspectiva de la temporalidad y la continua mudanza de lo cotidiano.
JOSÉ LUIS MORANTE
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