Insistencia en el daño Fernando Valverde Visor Libros, Madrid, 2014 |
INSISTENCIAS
La insistencia del daño
comparte esa sensibilidad al dibujar las líneas del naufragio, un discurrir
en el que todo sucede y se integra, como si cada latido fuera parte de un
cuerpo común: “Toda la angustia elige el mismo tiempo. / El diluvio que llena
de barro los colchones, / la desembocadura, / su agonía de oro que acaba en los
tumultos. / Todo ya es parte de la misma herida.”
En el sol de las horas se
van acumulando los estímulos. El intimismo velado deja que
colonicen los versos los apuntes escritos de una voz narrativa. Palabra a palabra, brotan los centros de interés que
constituyen el cauce argumental. Las impresiones son
capaces de reconstruir el periplo biográfico de Ana Brontë, joven modelo del
pintor Scarborough; o del criminal Ratko Mladic,
responsable de miles de muertes durante la Guerra de Bosnia, que se convierte en
centro del poema para sondear la conciencia y una actitud ética que hace
costumbre el asesinato y la barbarie. Aparece también un simple caminante sobre un fondo de
niebla… Son figuras que se mueven en el escenario del poema, dejando espacio para la elegía: en este
caminar a paso lento donde todo fluye se deja constancia de lo perdido, de la
tenaz presencia de la muerte, de ese desenlace anunciado de despojamiento y
desnudez.
El hablante lírico percibe de continuo intersecciones entre la
intrahistoria biográfica del sujeto y el acontecer histórico; la pupila social
difunde esas instantáneas que definen la cronología de un paréntesis temporal.
Así sucede en la composición “Con los ojos abiertos caminas por la muerte”,
sentida evocación de un símbolo vivo, Ernesto Che Guevara. Los pormenores del
traslado del cuerpo muerto a un hospital bolivariano retornan al ahora, donde
el Hospital de Malta, tantos años después de aquella tarde de 1967, sigue
proporcionando un poco de alivio en el dolor.
Fernando Valverde hace unos meses firmó el prólogo del poemario Sarajevo, obra del bosnio Izet
Sarajlic, también presente aquí. Aquella avenida de Sarajevo recorrida por el
visor de los francotiradores, el azar de las balas que buscan el albergue de un
cuerpo son imágenes de una realidad que no merece olvido. Está en los emotivos
versos de Sarajlic y están en el frío estremecido del poema que rememora la erosión final.
Todos los poemas del primer apartado de La insistencia del daño se escriben desde el cauce del otro, haciéndose
eco de una causa ajena, mientras que el segundo apartado tiene un mayor calado
intimista. En él está la amanecida, esa aurora de luz que deja sitio a la
esperanza, que es “principio y asombro” y está
el yo solitario que deambula por laberintos urbanos, por calles donde
aparcan la soledad y la melancolía del verbo elegíaco. Lo constata el poema
“Ayer”: “Ahora que cae noviembre sobre el mar, / las palabras son árboles. /
Nadie sabe decirme / si existe tu recuerdo / o es solo la mitad del infinito, /
todo lo que me importa. “
La poesía de Fernando Valverde sienta en la mesa de las confidencias al
yo dubitativo para que formule sin estridencias los interrogantes que se bebe a
diario, cuando el azar borroso oculta las respuestas, como si la tristeza de andar
solos fuese el páramo natural que los mapas dibujan. El daño insiste siempre.
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