Un día sin comienzo Alonso Guerrero De la luna libros, Mérida, 2014 |
TRENES DE CERCANÍAS
Una verdad compartida: la fecha del once de marzo
de 2004 quedó grabada en la mente de todos como el día de la infamia. Una
jornada negra de incertidumbre y muerte que talló en cada memoria una senda de
nombres propios que soporta incansable su permanente estar. Latían en las
estaciones de cercanías que jalonaban el trayecto diario entre Alcalá de Henares y Atocha: Santa Eugenia, El
Pozo del Tío Raimundo… Son los nombres de las víctimas de
aquel atentado atroz que ocasionó un seísmo cuyos efectos perduran.
Acercarse a esa tragedia sin empañar el ánimo, con la prosa calibrada y distante del
cronista es tarea compleja porque cada lector tiene en su interior una imagen
viva de aquellas secuencias. Esa es la propuesta literaria de Alonso Guerrero.
El escritor, nacido en 1962, consiguió en 1982 uno de los certámenes de relatos
más conocidos de Extremadura, el Felipe Trigo, y desde entonces alterna como
géneros esenciales el cuento, con entregas como Tricotomía, Fin del milenio
en Madrid y De la indigencia de la literatura, el ensayo, los artículos en
prensa y la novela, representada por
títulos como Los ladrones de libros, El durmiente, El edén de los autómatas, Doce
semanas del siglo XX y su última salida, Un palco sobre la nada, una visión especulativa del futuro.
Un día sin comienzo aborda la
amanecida de aquel once de marzo con objetivismo y hace de aquel
tiempo una cronología sin resquicios sentimentales previos. Treinta y siete
personajes salen a escena en treinta y siete minutos. El escritor elige la
mirada distante de un narrador omnisciente para adentrarse en las biografías que entrecruzan su destino en el espacio de los andenes y
en los asientos de cada vagón. Cada minuto cuenta porque en él se deshilvana
el paso de protagonistas inadvertidos que animan derrotas cotidianas,
ilusiones y sueños: estudiantes que acuden a sus centros de formación,
inmigrantes que buscan una amanecida a su situación económica, amas de casa que
hacen cuentas diarias para organizar sus vidas, enamorados, ciudadanos a pie
que viajan por las calles solitarias de la melancolía, todos están en el
interior de un tiempo imprevisible, porque solo en la rutina de lo cotidiano
duerme el azar.
La excelente novela de Alonso Guerrero sobre un tema tan trágico no se
posiciona. El relato no busca dar respuestas e interpretaciones. Simplemente
describe a esa gente que sube a los trenes con las ojeras del tedio diario,
enumera detalles y circunstancias de travesías minúsculas, cuyo itinerario define a la gente común. Los pasos coinciden en el trasiego de un cruce fugaz.
Quien impulsa la escritura “mira una multitud cuyo silencio es un cuento
narrado junto al fuego”.
Con precisa cadencia, el avance argumental de Un día sin comienzo va dejando en el lector la creciente inquietud
de la espera. Pero el relato anula cualquier
concesión al patetismo; solo explica el poso de cada devenir con la máxima
desnudez. Lo demás está en la conciencia de todos: el estruendo final es una
página en blanco, sin palabras, una espera que tiene dimensión trágica.
Tras la presentación del libro en Madrid, regreso a Rivas cargado de sensaciones. Fue una tarde para recordar. Sería complejo resumir tdos los instantes que merecen subrayado, así que los guardo en el silencio y solo dejo constancia de mi gratitud a Alonso Guerrero por su confianza en mi trabajo crítico y por su amistad. También a Marino González, editor de UN DÍA SIN COMIENZO, que viajó desde Mérida para acompañarnos, con Ada Salas, María Millán, Elena Pérez, Toledo Llaboratory, Pedro Gato y tantos amigos... Lo dicho: muchas gracias.
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