Ultramor Alfonso Brezmes Renacimiento, Colección Calle del Aire Sevilla, 2017 |
MIRAR
EL FRÍO
Una
cita de Kafka abre el propósito escritural de Ultramor. En ella se cobija la paradoja, una de esas esquinas
habituales de la vida al paso: “A partir de cierto punto no hay retorno. Ese es
el punto que hay que alcanzar”. El vértice reflexivo de Kafka casa bien con la
escritura meditativa de Alfonso Brezmes y su empeño en habitar la incertidumbre
desde una palabra sin certezas, que redefine especulaciones y que sospecha de
entrada que el patrimonio de dogmas personales está abocado a diluirse en la
devastación de la costumbre.
Abre el poemario una advertencia al lector sobre el propósito de la
escritura, más que una postulación es una manera de insistir en que los
contenidos semánticos conllevan siempre un sustrato emotivo que evita la
asepsia y el despojamiento de la intimidad. El poema deviene afán y búsqueda,
un deambular aleatorio en el que se va gestando un entrelazado relacional con
los significados de las cosas: “No es mucho lo que pido. /Oblígame a decir lo
que no sé, enséñame a escribir mi nuevo
nombre. / Puede que alguna vez acierte sin saberlo” La escritura por tanto no testifica,
no es un ideario objetivo de percepciones sino un proceso indagatorio que
concede una nueva identidad, que abre puerta al asombro y la iluminación, que
deja entre las manos los signos dispersos de un bosque invisible.
No hay un único hilo conductor en las composiciones de Ultramor, un neologismo que sugiere un
viaje sin andenes, más allá de la norma, como si escribir y vivir, esas dos
actitudes de la libertad en ejercicio se abordaran desde el rechazo con lo
establecido. Somos en cuanto rechazamos el conformismo ante el agujero negro de
lo real para dar forma a las nuevas visiones sobre las cosas que postulan los
poemas. Como advertía Juan Ramón Jiménez la escritura recrea la esencia de las
cosas, busca formas que eleven lo posible a un nuevo vuelo.
En la mirada lírica de Alfonso Brezmes el onirismo es una constante. Lo
tangible no se asienta en las formas sensoriales sino que es una construcción
simbólica que deja abierto su espacio interior a la interpretación. De este
modo, los sustratos reales no son, solo parecen, siembran accesos y
bifurcaciones. Así que los habitantes del poema, esas presencias que deambulan
por el agua cambiante del discurrir, nunca saben qué lado del espejo ocupan,
qué desorden culmina su argumento.
Me encanta Alfonso Brezmes, me encanta tu reseña José Luis! Tengo sus libros.
ResponderEliminarFeliz semana para ti,
Sandra.
Coincido en tu gusto lector, Sandra. La poesía de Alfonso Brezmes es muy personal. Y agradecido por tu amistad.
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