Buenos días, tristeza Françoise Sagan Tusquets, Andanzas Barcelona, 2004 |
BUENOS
DÍAS TRISTEZA
En el caminar del tiempo, la temprana
obra maestra de Françoise Sagan sigue manteniendo en su título un tono
lapidario: Buenos días, tristeza. Es
un asentimiento contundente que manifiesta empatía y apropiación, la estancia
en el umbral de las bienvenidas. Regreso a sus páginas porque, sumido en los
aleatorios horarios estivales, la tristeza parece un sentimiento exótico. Pero
la tristeza perdura y está ahí, inadvertida y cómplice, dispuesta a colonizar
nuestro ánimo con su aura sutil y subyugante.
La protagonista de Buenos días, tristeza es Cecile, una hermosa joven que
relata desde la introspección un verano familiar compartido. En la
reconstrucción se dibujan los rostros más cercanos: el padre es un hombre
maduro y atractivo, cuya máxima aspiración es preservar su encanto físico y sus
conquistas amorosas, y Ana, una de las amantes, que busca estabilidad
sentimental y un amor a futuro.También la propia conciencia de Cecile
descubrirá los contraluces del amor, la amanecida física del deseo y
los meandros que va trazando cada destino personal en los recorridos del
corazón.
Solo en la juventud el mundo
tiene las dimensiones exactas de una cala arenosa, de un espacio habitable
en el que alguien llama; y es el amor. Quien lo probó lo sabe.
Recuerdo con nostalgia esta novela.
ResponderEliminarUn abrazo.
La nostalgia, querido Rafael, es la brújula más habitual de la relectura. Este verano vuelvo a recuperar títulos leídos hace años y me llegan con fuerza, aunque tienen una recepción dispar. La novela de Françoise Sagan me ha parecido más ingenua, un libro de aprendizaje sentimental cuyo título sigue siendo mágico. Un fuerte abrazo.
Eliminar¿Cuantas veces la habré leído? y sin embargo al leer tu entrada me han dado unas ganas tremendas de volver a ella o lo que es lo mismo, volver a las épocas en que la leí y releí.
ResponderEliminarLa edad nos enseña querida amiga que la relectura es un placer irrenunciable. Acuérdate que Harold Bloom definió un libro clásico como una invitación a la relectura. Qué gratos siempre tus comentarios, querida Tracy.
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