Diario de un puretas recién casado Víctor Peña Dacosta Ediciones Liliputienses Cáceres, 2016 |
EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL MÓVIL
A los clásicos les sientan bien las
zapatillas deportivas, así que Víctor Peña Dacosta (Plasencia, 1985) no duda en
buscar el número adecuado para calzar su poemario con un préstamo de Juan Ramón
Jiménez, con calzador festivo, como antes hiciera Jon Juaristi, en vísperas del
Aberri Eguna y dispuesto a llevarse al río a alguna mocita casamentera. Desde
su primer poema, Diario de un puretas
recién casado cruza el espacio de lo narrativo para construir una historia
sentimental cuyas características más relevantes son la ironía, el sentido
crítico, el humor y los abundantes referentes literarios, elementos singularizadores que ya se entrelazaron en salidas anteriores
como La
huida hacia adelante (La Isla de
Siltolá, Sevilla, 2014).
En el
poema inicial, “Pálido reflejo” el
sujeto verbal se mira en el espejo biográfico de Arthur Rimbaud para glosar la
genética del malditismo contemporáneo en un paisaje histórico con abundantes
contraluces. El yo comprometido con la ideología del superviviente debe aceptar
el sereno sedentarismo del funcionariado y el amoroso repliegue del guerrero que retorna después de la batalla a la rutina doméstica. Se reformula sin
aspavientos aquella vieja cuestión del compromiso; el protagonista verbal
enarbola la pancarta reivindicativa para cambiar la vida y transformar el
mundo, con un poco de Marx y otro poco de Groucho; las palabras invitan al
activismo, se apropian de las consignas que suenan en las plazas del ahora con la música de fondo
de los cuarenta principales y gritan “Si se puede…” como si el incómodo
alojamiento en el conformismo necesitase una semblanza de dignidad humana que
nunca postergara el activismo. “Sin más armas ni bandera / que mi pantalón de
pinza negro / y mi polo pijo y rojo, reivindico / un anarquismo mainstream / en pos de la centralidad.”
Víctor Peña Dacosta habla con timbre
coloquial y convierte en un uso extraño el discurso de la solemnidad. No busca
dejar en primer plano identidades vestidas con la ropa de marca de la épica
sino con la talla de grandes almacenes del hombre común. En ese estar caben
sentimientos y reflexiones aliñados con
el toque digestivo de la ironía para que las verdades cotidianas sean más
soportables. El buen amor –la buena compañía- ayuda a dar sentido a la grisura y
plantea retos renovados que obligan a cada identidad a limar torpezas y a
reaccionar contra lo reiterado. Esa contundente declaración de afectso se hace
palabra en el poema “Variación sobre un viejo tema de Eric Clapton”; versos limpios que abren paso a una convivencia articulada en el tiempo poético, un árbol de raíces
comunes nutrido por la savia del “nosotros”, dispuesto a soportar el paso de la
temporalidad.
Diario
de un puretas recién casado se cierra con una explícita nota en prosa que
define la intencionalidad del conjunto: un atinado empeño en dar testimonio de
la realidad cotidiana de un marido que asume las vicisitudes de su estado civil
y las convierte en materia narrativa inexacta. Nada queda en blanco y negro en el itinerario de un amor en los tiempos del móvil;
sale a la luz una caligrafía autobiográfica que desperdiga sus toxinas y su
escepticismo con la sinceridad de un
perdedor consciente, con el abrazo firme y la luz irisada de una sonrisa
a punto.
Anoto para acercarme a la puerta de este poemario. Un abrazo de julio después de un breve descanso.
ResponderEliminarUn abrazo cálido, María José; y descansa mucho; siempre es propicio el tiempo de verano para el poema. La verdad es que la poesía de Víctor Peña tiene el gusto ligero de lo sensato y el humor cómplice del boca a boca. Seguimos cerca.
EliminarSeguiré de cerca a este poeta.Estupenda reseña José Luis. Un abrazo.
ResponderEliminarVíctor dejará en tus manos la sensación de que la poesía no necesita corbatas sino zapatillas cómodas, para cualquier suelo. Un gran abrazo.
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